“… En mi opinión, la sustentabilidad más que un compromiso, se ha
convertido en una moda de la cual se habla mucho pero se comprende poco.” (Ruíz
Martínez, Rafael. 2013)
El paradigma ecológico en la industria de la construcción, siempre ha sido
el punto clave entre los debates sobre el futuro de la arquitectura, aunque
sobre este punto se ha trabajado poco, debido a que siguen considerando a la
ecología como una "invitada inoportuna" al gran festín de la economía
global. Los pocos que se han comprometido con ella, la ven como la única
"buena" arquitectura, afirman que desde sus inicios la arquitectura
ha sido sustentable y que se ha ido degradando al haber intereses de por medio.
Los del otro "bando", por así decirlo, califican de nostálgico
todo intento de oponerse al imparable avance de la economía mundial.
Como ocurre con toda realidad compleja, caben muchas
descripciones del actual panorama de la arquitectura y el urbanismo ecológicos,
así como de sus antecedentes y líneas evolutivas, que pueden hacerse remontar a
los orígenes más ancestrales. Entre la bibliografía más conocida anterior al
actual boom editorial sobre el tema, un magnífico ejemplo de este último
enfoque es el ya clásico Un hilo dorado (1980), de Ken Buti y John Perlin, una imprescindible historia
de la arquitectura y la tecnología solares a lo largo de 2500 años. Igualmente
fructífera y enormemente sugerente es la lectura que Luis Fernández-Galiano
realiza en El fuego y la memoria (1991) del espacio arquitectónico desde el punto de vista
térmico, en un recorrido que se inicia en el origen mítico de la arquitectura
para finalizar en las figuras contrapuestas de Frank Lloyd Wright y Le
Corbusier. Todas estas obras han contribuido cada una a su modo a establecer los
necesarios vínculos de continuidad historiográfica y a sentar las bases para
una relectura de la historia de la arquitectura desde el punto de vista
ecológico.
Extremos en un debate
El establecimiento de estos dos “extremos” puede ayudar
como referencia a la hora de orientarse entre las demás corrientes, y a situar
dentro de unas coordenadas apropiadas las diversas agrupaciones y oposiciones
que se detectan a nivel general.
El primero de estos extremos sería el representado por la
corriente arquitectónica denominada eco-tech, cuyo éxito indudable se ha basado en la fusión ideológica
entre el componente técnico de la arquitectura ecológica y las utopías
tecnológicas y vanguardistas de los sesenta que dieron lugar al high-tech. Nadie mejor que Richard Rogers, autor
del reciente best seller Cities for a small planet, publicado en 1997, para hacer de portavoz de esta corriente:
"El reto para los arquitectos es desarrollar edificios
que incorporen tecnologías sostenibles, reduciendo así la contaminación y los
costes de mantenimiento de los mismos. Tres cuartas partes de la energía que se
usa cotidianamente en los edificios corresponde, más o menos en proporciones
iguales, a la iluminación artificial, la calefacción y la refrigeración; pero
las nuevas tecnologías y las nuevas prácticas están revolucionando todas estas
funciones. Se están poniendo a punto innovaciones que reducirán drásticamente
los costes a largo plazo y la contaminación gene- rada por los edificios".
El énfasis en la eficiencia energética y el avance
tecnológico frente a la reducción en el consumo caracteriza esta corriente
cuyos dos buques insignia son los dos rascacielos "ecológicos" realizados en
Frankfurt y en Essen por Sir Norman Foster y el estudio alemán Ingenhoven,
Overdiek und Partner, respectivamente.
Para defender el extremo opuesto del debate, no puede haber
voz más contundente que la del arquitecto y catedrático de baurikologie Gunther Moewes, autor de Ni chozas ni palacios: arquitectura y ecología en la sociedad del trabajo, 1995 y Ciudad, trabajo y entropía, 1995.
"La idea de que los edificios de bajo consumo
energético son respetuosos con el medio ambiente y de que, a través de la
construcción de más edificios de este tipo, cumpliremos las promesas hechas en
la Cumbre de Río de reducir las emisiones de CO2 para
el 2005 a un 25 por ciento de las existentes en 1990, es, naturalmente, una
estupidez. Un nuevo edificio nunca ahorra energía, sino que genera nuevas
necesidades energéticas, y la calificación de nuevo suelo para urbanizar es fundamentalmente
antiecológica. Básicamente, sólo existen tres procesos que pueden conducir
razonablemente a reducir las necesidades energéticas o la carga sobre el medio
ambiente: la rehabilitación de edificios existentes; la sustitución de antiguos
edificios ecológicamente despilfarradores por nuevas formas de bajo consumo y
el cierre de intersticios entre edificios."
Este enfoque aboga por la regeneración ecológica de lo
construido y por la evolución consciente desde una sociedad basada en el
trabajo, el consumo y la obsolescencia programada a otra basada en la
satisfacción de las necesidades reales, el aprovechamiento igualitario de los
recursos planetarios y la durabilidad de las producciones. Siendo su centro
gravitatorio fundamental la crítica a la noción de crecimiento.
Lógicamente amenazador para una serie de profesiones y
agentes sociales, empezando por el arquitecto, cuya razón de ser última está, y
en construir cuanto más mejor. Lo que
sugiere una profunda transformación de las formas de entender la
intervención sobre el territorio. Esto lo hace poco digerible desde el punto de
vista institucional, aunque la solidez y contundencia de los datos sobre los
que se fundamenta no permiten obviar fácilmente sus argumentos.
Entre los dos
“extremos”
Así formuladas, estas dos posturas son indudablemente la
más clara representación de la divergencia en el ámbito de las soluciones y las
propuestas.
Quienes podrían representar de la forma más adecuada este
enfoque podrían ser los británicos Brenda y Robert Vale, auténticos pioneros en
el ámbito de la arquitectura ecológica, quienes. en su famoso libro The Autonomous House (1975), condensaron todas las experiencias sobre reciclaje y
autosuficiencia energética en edificación llevados a cabo en los diez años
anteriores, sobre todo en Estados Unidos e Inglaterra. Escrito poco menos de
dos lustros después, en 1991, su libro Green Architecture. Design for a sustainable future constituye un nuevo esfuerzo recopilatorio que expresa la
concepción de la arquitectura verde como un núcleo de ideas sólido en torno al cual pueden gravitar
armónicamente todas las tendencias. Este esfuerzo de síntesis y de
recapitulación, representado en el libro a través de un conjunto de proyectos
considerados ejemplares, se plasma en seis principios generales hacia cuyo
cumplimiento deberá tender toda propuesta arquitectónica para ser realmente
verde:
1.Ahorro energético a lo largo de todo el
proceso desde la obtención de los materiales hasta la demolición.
2.Adecuación al clima.
3. Ahorro de recursos a lo largo de todo
el proceso.
4. Respeto a los usuarios.
5. Respeto por el lugar.
6. Integración de todos los principios
dentro de un enfoque holístico.
Este enfoque sitúa deliberadamente en un lugar secundario
los debates ideológicos, exponiendo estos principios casi como soluciones
técnicas razonables que pueden ser añadidas sin más a la paleta de recursos del
arquitecto.
Lo cierto es que dentro de sus seis principios podrían
englobarse sin estridencias una serie de corrientes dispares que, en función de
algunas de sus características u orígenes, se aproximarían igualmente a uno u
otro de los dos polos extremos: el light-tech
de Renzo Piano, Michael Hopkins o Glenn Murcutt, que une
sutilmente la herencia tecno-climática con la vernácula y la culturalista; el
bioclimatismo urbano socializante de Margrit Kennedy, Joachim Eble o Eckhart
Hahn, más cercano a las prácticas de rehabilitación ecológica; la arquitectura
neo-antropo- sófica y neoexpresionista organicista de Ton Alberts, Erik
Asmussen, Imre Makovetz o Inken Baller: las
diversas recuperaciones neo-vernáculas; y, en fin, la obra de verdaderos
pioneros de la arquitectura ecológica como Kroll o Erskine.
Conclusión: El recuento de los daños
La aplicación generalizada del paradigma sostenible
requerirá en unos casos introducir rupturas y quiebros, y en otros restablecer
las continuidades, favorecer unos procesos en contra de otros según las
situaciones, saber reconvertir los problemas en oportunidades, apostar en unas
ocasiones por la globalidad y en otras por la particularidad, pero en cualquier
caso, para ser realmente sostenible, no podrá ser nunca una tarea ajena a la
voluntad de todos y cada uno de los habitantes del planeta y será
imprescindible llevarla a cabo contando con lo realmente existente,
considerando lo construido como una segunda naturaleza con sus leyes y procesos
autoalimentados. Entender estas leyes, en las que somos a la vez sujeto y
objeto. debe ser un objetivo asumido socialmente.
Referencias:
Daniels. Klaus: The Technology of Ecological Building, Boston, 1997.
Fernández-Galiano, Luis: El fuego r la memoria, Alianza Editorial, Madrid. 1991.
Luxán García de Diego. Margarita de: "Arquitectura bioclimútica: una opción abierta y positiva", Madrid, 1994.
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