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miércoles, 19 de junio de 2013

Introducción


Si hubiera que resumir el intrincado panorama de todas las corrientes de pensamiento que han adoptado de una u otra forma el paradigma ecológico podría decirse que existe entre ellas una relativa coincidencia en el diagnóstico de los "síntomas", pero una palpable divergencia en el análisis de las causas y aún más en el terreno de las propuestas y soluciones (Figura 1). De hecho, no podía ser de otra forma: la evidencia de los signos de degradación de la biósfera como efecto de la acción humana introduce, por primera vez en la historia, una base aparentemente "objetiva" común a todos los sectores y agentes sociales, por contrapuestos que sean sus demás intereses, pero no anula en absoluto las contradicciones entre dichos intereses, sino que configura nuevos ámbitos de conflicto. 

Figura 1. Paradigmas ecológicos
En cualquier caso, la sintética formulación inicial se cumple casi literalmente en el caso de las diversas tendencias y familias de la arquitectura y el urbanismo "sostenibles". Basta hacer un repaso apresurado a los capítulos introductorios o a los párrafos iniciales de la cada vez más abundante bibliografía al respecto para tropezarse con similares declaraciones de alarma con respecto al crecimiento desmesurado y desordenado de las ciudades, los enormes gastos energéticos que acarrea el sector de la construcción y la degradación del entorno urbano. La necesidad urgente de cambiar el rumbo de la arquitectura y el urbanismo para conseguir "ciudades sostenibles"' que contribuyan a la restauración de la armonía entre hombre, naturaleza y cultura es el objetivo común, repetido como un mantra en todos los discursos, desde los más institucionales hasta los más radicales. Es al avanzar en estos discursos hacia los capítulos de propuestas y soluciones cuando esta aparente unanimidad se fragmenta para dar lugar a un paisaje complejo y lleno de contradicciones, haciendo palpables las divergencias en el análisis de las causas y en el abanico de instrumentos metodológicos utilizados para describir la realidad. 


En el caso de la arquitectura, este paisaje caótico, convertido en volúmenes realmente construidos, se vuelve más revelador que en ninguna otra disciplina: marcados todos con la etiqueta ecológica, desfilan por las páginas de los libros y revistas especializadas rascacielos de vidrio y chozas de caña, austeros volúmenes de piedra y sensuales propuestas biomórficas, complejos artefactos equipados con toda la parafernalia bioclimática y líricas evocaciones vernáculas en adobe o madera. Cubiertas vegetales, paneles fotovoltaicos, generadores eólicos, invernaderos, filtros y pantallas entran en el mismo cajón de sastre junto con las técnicas más ancestrales recuperadas o los más avanzados mecanismos domóticos de regulación climática; la madera, la piedra y el barro son presentados como los materiales ecológicos por excelencia, pero hasta el plástico y el aluminio tienen cabida en este vasto panorama. Aunque visualmente menos revelador, el ámbito del urbanismo "sostenible" ofrece una heterogeneidad similar: desde actuaciones mínimas en edificios construidos hasta proyectos de nuevas ciudades, desde extensiones dispersas de casas autosuficientes hasta intentos de recuperación de la ciudad mediterránea compacta, desde ecoaldeas hasta ecobarrios, desde la reconversión de carreteras en jardines urbanos hasta la introducción de las más complejas instalaciones infraestructurales, las propuestas que se ofrecen como remedio conjunto a los males urbanos y ecológicos forman una mezcla heterogénea plagada también de contradicciones.


La constatación de esta complejidad no hurta de la necesidad de trazar mapas orientativos, y más aún cuando el paradigma ecológico en el ámbito de lo urbano está aún lejos de ser asumido a nivel global más allá de las declaraciones de intenciones por parte de los gobiernos y unas pocas corporaciones. El fracaso con respecto a las expectativas de la cumbre Hábitat II celebrada en 1996 en Estambul no es sino un síntoma más de que, en la pugna entre intereses globales, las fuerzas dominantes siguen empeñadas en la huida hacia adelante. Parte de estas fuerzas, de hecho, siguen considerando la ecología como una invitada inoportuna al gran festín de la economía global.

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